Sunday, December 16, 2007
Cartas desde Iwo Jima
La otra cara de la moneda de Banderas de nuestros padres es una película que poco tiene que ver. Clint Eastwood cierra su díptico sobre la batalla de Iwo Jima con el punto de vista japonés. Pero Cartas desde Iwo Jima no es una película bélica al uso, no es el relato de una batalla, ni siquiera las historias de los que lucharon en ella, es un viaje a lo más profundo del hombre, un mapa de una de las zonas más oscuras del alma humana.
Sol rojo, barras y estrellas
Resulta difícil no poner en contraposición desde el principio Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima, vistas ambas. Pero aunque se ha dado la impresión de que se trataba de un proyecto integral, leyendo la entrevista[1] a Iris Yamashita, guionista de Cartas..., vemos que originalmente no se trataba de un díptico. La segunda película surgió durante los preparativos para el rodaje de la primera: “Fue idea de Clint” explica Yamashita “Había estado investigando mientras pre-producía Banderas de nuestros padres y comenzó a interesarse mucho por la perspectiva japonesa; le fascinó especialmente la historia del general Kuribayashi[2] ”.
Paul Haggis, guionista de Banderas... y colaborador habitual de Eastwood, contactó con Iris Yamashita a través de la agencia a la que ambos pertenecían. Hasta el momento ella no había vendido ningún guión, pero ya había escrito varios y, concretamente, en uno de ellos la historia se situaba en Japón en la época previa al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Era un trasfondo que le interesaba personalmente; su madre, de niña, sobrevivió a los bombardeos del ejército estadounidense sobre Tokio.
Tan rápido se planificó este nuevo proyecto, apoyándose en el anterior, que muchos pensamos que venían de la mano, que sería la misma historia desde los dos puntos de vista... nada parecido. “Se decidió desde un principio que iban a ser dos películas independientes” dice Yamashita cuando le preguntan si estuvo involucrada en Banderas de nuestros padres. Sea como fuere, está claro que hay puntos en común innegables que rápidamente entran en contraste.
El juego de las diferencias
Me preguntaba, en mi análisis de Banderas... [3], cómo señalar un claro autor de la película con los muchos padres que tuvo esta obra, y al ver Cartas... me he dado cuenta de que, comparando ambas, se puede en cierta medida dilucidar.
La diferencia fundamental entre estas dos películas está en el guión. Paul Haggis y William Broyles Jr., guionistas de la primera película, se sitúan a una prudencial distancia de lo que están contando; Banderas... tiene que ser comercial, una mezcla entre un drama, una película de acción y un retrato histórico. Pero el guión de Yamashita para Cartas... [4], aunque comercial, no es tan complaciente con el gran público y se permite enfocar a los personajes más de cerca, hacernos cómplices de sus emociones, de sus dudas.
El confuso montaje de Banderas..., por el que no tenía claro a quién responsabilizar, tiene que ser a la fuerza un problema de guión, pues en Cartas... el hilo narrativo se sigue perfectamente, utilizando incluso los mismos recursos. La narración no es tan fragmentaria, o por lo menos no se esparce de forma tan caótica como en la primera película; hay dos protagonistas a los que conoceremos más que a ningún otro personaje, pero no por ello se abandona a los secundarios, que tienen entidad propia.
Lo que para Banderas... es un protagonista más, la guerra en sí misma, en Cartas... es solo el escenario. Por eso Clint Eastwood no se entretiene en esta segunda película en escenas que no aporten información al desarrollo de la historia y los personajes. No encontramos secuencias de acción interminables que interrumpan la película, cada porción de combate tiene una intención clara y está colocado con extremo cuidado para no alterar el ritmo. Desaparecen los alardes de producción que podrían haberse achacado a la Dreamworks y a Steven Spielberg.
La dirección de Eastwood, siendo perfectamente coherente con la de la primera película, es en Cartas... algo más personal. Se nota que le interesa lo que está contando. Por otra parte, el escenario requiere que los planteamientos a la hora de rodar no sean tan convencionales como en Banderas..., pues se trata de crear otro mundo que es tan desconocido para los japoneses como para los estadounidenses.
Finalmente, quiero destacar que, mientras que la partitura de Banderas..., del propio Clint Eastwood, es resultona y para salir del paso, la de Cartas... de Kyle Eastwood, su hijo, es mucho más interesante, crucial por momentos para poner acento a algunas escenas y sumergirnos en el ambiente.
Temas: ¿se puede comprender al enemigo?
Uno de los temas principales de Cartas desde Iwo Jima es que el mayor absurdo de la guerra es que te hace deshumanizar al enemigo. Pero cuando te das cuenta de que la persona que tienes enfrente es tan humano como tú, que también sufre, que tiene madre... Y el caso es que en ocasiones las diferencias culturales son prácticamente insalvables.
Más allá del contexto histórico[5] en el que se desarrolla este relato, sería imposible comprender por qué los personajes actúan como actúan sin tener claras las diferencias entre las culturas japonesa y occidental.
Es fundamental comprender que los soldados japonenses fueron a Iwo Jima a morir luchando, a intentar salvaguardar el honor de un país y a dejar claro a los Estados Unidos que, si la conquista de una isla de 20 kilómetros cuadrados resultaba tan cruenta, la conquista de Japón resultaría imposible[6]. Mientras Estados Unidos movía sus fichas por el tablero de una guerra que tenía prácticamente ganada, Japón tenía que pensar en las consecuencias de la derrota: el carácter divino del emperador estaba en juego.
Una de las diferencias culturales más difíciles de comprender es quizás la del suicidio ritual[7]. No solo se trata de que muchos de los soldados tienen en la película muy claro que morirán en Iwo Jima, aún más extraño es que muchos eligen el suicidio al verse derrotados. "Hagakure", uno de los primeros textos que retrataban el código de de honor del samurai, rezaba que no se debe temer a la muerte: la muerte es el premio del samurai.
Tras la rendición incondicional de Japón, en agosto del 45, el emperador Hirohito leyó un discurso por la radio en el que explicaba las condiciones en que se había firmado la paz. En este discurso introdujo subrepticiamente la instrucción a su pueblo de que no acometiesen el suicidio ritual, tradicional ante tan deshonrosa derrota... a pesar de lo cual gran cantidad de japoneses se quitaron la vida en aquellos días.
El general Kuribayashi y Saigo el soldado raso, protagonistas principales, son extremos que se unen. La muerte iguala al general con el soldado raso. La muerte es en realidad el hilo conductor, el tema que subyace: la aceptación de la muerte, la aceptación del propio destino.
Conclusión: cara de palo vuelve a golpear
A pesar de lo que me enerva que la gente admire la reciente obra comercial de Clint Eastwood dotándola de un halo de autoría exagerado, cuando a menudo olvidan o desconocen sus películas más arriesgadas y personales, tengo que aceptar que si se interesa de verdad por un proyecto no hay quien le quite que es un director con muchas tablas, que ha hecho casi de todo, y que sus trabajos están dotados de una seriedad y compromiso poco comunes.
No sé si Cartas desde Iwo Jima pasará a la historia del cine, pero para mí pasa a la lista de películas que merecen la pena de este director –que ya es algo–.
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