Sunday, September 7, 2008

Das Sichtbare Und Das Unsichtbare





Maria (Hannelore Elsner) y Marquard (Guntram Brattia) son pintores y amantes, con una vida en común. Una vez que Marquard obtiene un importante premio, dotado con una considerable suma de dinero, su creatividad artística se desvanece. Mientras Maria trabaja en una serie de cuadros, Marquard visita a su amigo Gregor, un criador de caballos y filósofo, se acuesta con la angelical Angie y visita a su hija Lucia en varias ocasiones. Marquard y Lucia, que han comenzado una tierna y compasiva relación padre-hija, pasan dos días en un hotel de la costa, decidiendo no hablarse con palabras. Los sentimientos y la comunicación surgirá de un modo muy especial. Maria, que desconoce el paradero y el porqué de la ausencia de Marquard, se da cuenta por sí misma de que su amor se ha terminado.





El arte digno de tal nombre aspira a tomar por asalto los aspectos inaccesibles de lo real, a dejar en evidencia las imposturas aceptadas por el común de los mortales (que por eso odia la cultura: delata su conformismo). “Hay dos mundos muy diferentes. Uno es el de la realidad y de ese no hace falta hablar, es evidente. Pero hay otro que nadie percibe si el artista guarda silencio. Es del que debemos ocuparnos” (Oscar Wilde). Sin embargo, merced a esa apatía que nos consume en cuanto bajamos la guardia, también el arte acaba ciñéndose en muchas ocasiones a convenciones y corsés creativos que lo tornan tan estéril como su objeto de recreación… cuando no cómplice suyo, quizás el crimen más grave que puede cometer un artista con su don.




En tales casos, la representación visible no funciona como guía cifrada a una mayor comprensión de lo invisible. Sino como simulacro. Un modo de ganarse el pan, satisfacer la vanidad, ser digno del aprecio ajeno. ¿Qué pasa cuando el artista toma conciencia de ese fracaso? Es el planteamiento del director germano Rudolf Thome en Lo Visible y lo Invisible. Coincidiendo con el prestigioso premio que obtiene uno de ellos, la relación sentimental entre los pintores Marquard y Maria salta por los aires. Marquard intenta eludir su bloqueo creativo bebiendo, engañando a su amante y experimentando una epifanía íntima en compañía de su hija Lucia. Como reacción, Maria se niega a seguir facturando los cuadros decorativos que le pide su marchante, aborda una nueva obra de estilo muy distinto al suyo habitual, y recupera su pasado affaire con Gregor, un filósofo.




Thome, partícipe veterano y desconocido en España del llamado Nuevo Cine Alemán se revela, en el que había anunciado sería su último largometraje y resumen de sus inquietudes, superficial. Tanto analizando los temperamentos creadores como explorando las corrientes subterráneas que ligan sus experiencias vitales a la inspiración. Rodada con mirada literal, sin énfasis (firma la fotografía el prestigioso Fred Kelemen), en la estela de ese cine de autor que renuncia a trabajarse el material que circula frente a la pantalla y prima el momento como canalizador narrativo, Lo Visible y lo Invisible es víctima de la paradoja con la que abríamos esta reseña: ¿Cómo preocuparnos por las tormentas introspectivas de unos personajes cuando no se aprecia esfuerzo formal por calar en ellos, cuando todo en la imagen es instante y superficie? ¿Cómo transmitirnos el sentido tormentoso y extático de la actividad pictórica cuando para Marquard y Maria no parece suponer sino un divertimento más en el fárrago de banalidades emocionales al que consagran todas sus energías?



Habrá, claro, quien salga con la monserga de que eso es la vida, y que a ella está supeditada la actividad artística, etc etc. El discurso quedará muy bien entre colegas apiñados en una terracita, pero quien lo esgrima demostrará que carece de talentos, salvo para la cháchara y el dejar pasar los días. “El arte es verdad y la verdad es dolor. Por eso en el arte tiene que haber sangre”, escuchábamos en la obra maestra de Jacques Rivette, La Bella Mentirosa; película de argumento conexo a la de Thome, pero en la que temas como el credo artístico y sus limitaciones, la tensión por sublimar lo invisible, la lucha sin cuartel entre los requerimientos del simple existir y los de la creación, la prostitución artística, se concretaban en pantalla con un rigor expositivo muy superior. La sangre deja huella. Las soluciones acuosas, no.


FICHA TÉCNICA: Das sichtbare und das unsichtbare. Alemania, 2007. 118 minutos. Producción, guión y dirección: Rudolf Thome (Moana-Film, en asociación con ARD Degeto Film). Montaje: Dörte Völz-Mammarella. Fotografía: Fred Kelemen (c). Música original: Wolfgang Böhmer. Diseño de producción: Susanna Cardelli. Diseño de vestuario: Katrin Berthold. Con: Guntram Brattia (Marquard Von Polheim), Hannelore Elsner (Maria Döbereiner), Anna Kubin (Lucia), Hansa Czypionka (Gregor), Rufus Beck (Leo Barnstein), Anne Lebinsky (Eleonore), Stephanie Rosse (Angie Angler), Rebecca Rudolph (Sonja), Katia Tchemberdji (Katharina), Oliver Elias (Lucias). Distribución: Sherlock Films.